Sus
exámenes eran de interpretación. Bajo el manto de vagos recuerdos, en una
oportunidad, le respondí desde un enfoque distinto al que suponía era el suyo,
justamente para retarlo como profesor. Me puso una muy buena nota. Años después,
cuando compartimos, junto con Henrique Hernández y Alfredo Roffé, la página Aceras y Brocales, en el diario Últimas
Noticias, allá por los años 90 y a principios de los 20, lo comentamos. Dijo
que a pesar de estar en desacuerdo conmigo, el razonamiento era
coherente y eso era parte esencial de las pruebas que nos hacía.
Hoy, partió Juan Pedro, gran profesor, sincero amigo, y compañero de ideales y proyectos para contribuir con el desarrollo del país y de sus gentes. Abundan hechos, obras, escritos, entre otras expresiones, del pensamiento y cualidades de Juan Pedro. Sólo una: calidad humana e intelectual. De allí se desprende el resto de su trayectoria hasta el último momento de su vida.
Acompañando a la tristeza de su partida, también revive la alegría de haber tenido a Juan Pedro entre nosotros, con sus enormes aportes a la arquitectura, a la ciudad, al pensamiento crítico de nuestra realidad, hasta de sus extraordinarios dibujos, pero sobre todo, por su honestidad, claridad ideológica, amplitud y respeto ante las divergencias y su constancia por construir la sociedad que soñaba.
Ojalá en el Museo Nacional de Arquitectura, el cual llevará su nombre como creador y constructor del mismo, por decisión del Ejecutivo Nacional, podamos aglutinar, como una amalgama, a los arquitectos, a otros profesionales, a estudiantes, a comunidades, a funcionarios y a …, para continuar el camino que hombres como JPP han moldeado y que es indispensable para materializar utopías.
Honor
a Juan Pedro, y un afectuoso saludo a Paola, Miguel y Andrea, sus hijos,
quienes ya vienen siguiendo el buen ejemplo de su padre.
Alejandro López
Museo Nacional de Arquitectura
Caracas,
02 de noviembre de 2020
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